Cuando entré a ésta carrera, no tenía claras mis expectativas, no sabía que es lo que enfrentaría y a lo que iba, lo único certero en mi decisión era que no había otra carrera que quisiera, de hecho sólo postulé a ésta. En un principio, creía que lo más complicado de todo e proceso sería el trabajar con niños, jóvenes y adultos con necesidades educativas, pero una profesora me dijo; "Lo más difícil es trabajar colaborativamente con tu compañero de trabajo".
Enfocándome en el paso práctico del ramo Práctica I, puedo me sirvió de mucho, ya que logré observar varias dimensiones de la realidad del grupo curso. Fue de gran ayuda tanto personal como profesionalmente, ya que sentí que pude encontrar y evidenciar personalmente mis debilidades, como fortalezas, las cuales puedo ir mejorando a medida que pase el tiempo, y vaya teniendo más pasos prácticos.
Debo decir, en general sentí muchas cosas, y una de ellas fue el vínculo. Es curioso decir eso, no pensaba que quizás formaría un lazo con algún alumno, pero que equivocada estaba, lo más difícil es no generarlo. Lo que más me sorprendió, fue el haber sido "la tía" para ellos, ya que generé en ellos confianza, y aunque ellos no pudieran comunicarse con palabras lo que pensaban o lo querían, con un gesto, una sonrisa o un llanto si lo hacían, y para mi era muy gratificante lograr entenderlos y ayudarlos si era necesario.
Cuando nosotros podemos aprovechar nuestro rol para ser modelos a seguir, es necesario que llevemos una vida saludable, ésto incluye ir dejando de a poco el cigarro y el alcohol, que son unas de las causas por las cuales dañamos nuestra voz, a veces en los peores casos, desgastando mucho las cuerdas vocales, provocando nódulos en ellas; porque no queremos llegar de una práctica a casa sin voz, también es necesario hacer ejercicios vocales, que no toman más de 10 minutos, tener una postura correcta, dejar todo estrés fuera del aula o en donde nos desempeñemos, y cuidarnos, porque estaremos gran parte de nuestra vida siendo docentes, y nuestra voz es y será nuestra carta de presentación a la hora de ejercer nuestro trabajo.
Debo confesar, que de igual manera tuve temor, porque habían ciertos casos en los cuales no sabía que sucedería si me agredían físicamente, pero me arriesgué y de igual manera me acerqué, y lo que recibí fue un abrazo; en ese momento entendí que aveces hay que dejar los prejuicios fuera y entender más a las personas, generando empatía.
El lazo de alguna u otra manera se formó, y eso fue lo más inesperado para mí, el aprendizaje y los prejuicios también fueron parte de esta experiencia, a pesar de que observamos de manera objetiva, de igual manera uno se hace la idea de ciertas subjetividades en ciertas ocasiones, con las cuales podemos estar de acuerdo y otras en que nos sacan de quicio por nuestra forma en que fuimos educados y criados.
Debo decir, en un principio, cuando entré a la universidad a estudiar Educación Diferencial en Retardo Mental, no entendía la dimensión que abarca esta carrera, siempre decía “Esperaré hasta las prácticas, porque es ahí en donde uno ve si es lo suyo”, y debo decir, que hasta éste punto del año, he tenido tres pasos prácticos formales, en los cuales he vivenciado toda la teoría que hasta ahora hemos visto. Sé que voy en primer año, y que me faltan otros tres años más el de práctica profesional, es decir estoy recién comenzando este camino, pero hasta éste punto puedo decir, independientemente de que exista personas que tienen mayor facilidad de conversar con personas, o llegar de manera más satisfactoria a los niños, jóvenes y adultos, siento que es la mejor decisión que he tomado, y recalco, que a pesar de que me falte años para terminar este camino, no quiero abandonarlo, porque por lo menos ahora estoy teniendo una base, la cual es fundamental para el rol que ejerceré más adelante.